El 30 de noviembre de 1975 salía yo de la cárcel de Carabanchel de Madrid, a las 12 de la noche, beneficiado por el indulto que otorgó el jefe del estado, Juan Carlos, a los que teníamos condenas o pendientes de condena de menos de tres años en el franquismo. Yo tenía 3 + 3 y me pilló. Los famosos, salieron a las 10 de la noche, nosotros, tuvimos que esperar.
A mediados-finales de mayo de 1975, con el dictador Franco en las últimas, fui detenido por la Brigada Político Social en Madrid. Entonces yo era el responsable del “aparato de propaganda” de la ORT, era el encargado, junto con una compañera y un compañero de instalar y hacer producir una “imprenta” clandestina, con una multicopista (una “vietnamita” las llamábamos no sé por qué), imprimíamos el periódico “En Lucha”. Tuvimos que ir de nómadas por diversos lugares prestados, y finalmente alquilamos un piso en el barrio de los Ángeles de Aluche, Madrid. Yo ya había tenido esa responsabilidad en unos años antes, pero me tuve que ir a la “mili” y lo dejé.
Duramos muy poco, la policía, a alarmada por los vecinos, que creían que teníamos un depósito de armas (eran las cajas de papel que subíamos al piso para imprimir el periódico).
El grupo operativo de la Brigada Político-Social que nos detuvo, estaba dirigido por José Antonio González Pacheco, “Billy el Niño”, alumno aventajado del comisario Roberto Conesa, nazi confeso. El jefe era el comisario Conrado Delso Pérez, “el Gitano”, que todavía estaba convaleciente del atentado de la cafetería Rolando de la calle del Correo, la de enfrente de la Dirección General de Seguridad franquista, y apenas se tenía de pie.
Billy el Niño me soltó un bofetón para que le dijera mi domicilio verdadero, porque al principio di el de mis padres, donde yo vivía hacía poco y lógicamente no encontraron nada. El retraso provocó que mi padre llamara a mi mujer para que “limpiara” mi casa y mientras registraban, subió una maleta con papeles al rellano del piso de arriba… y no pillaron nada.
Estuve en la cárcel de Carabanchel hasta final de noviembre; 180 días más o menos, de los que 30 los pasé en celdas de castigo en protesta por el fusilamiento-asesinato de los luchadores antifascistas Juan Paredes Manot, “Txiki”, Ángel Otaegi, José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz.
El 20 de noviembre, estando incomunicados y de madrugada comenzó a correr la voz de celda en celda de la Quinta Galería, que Franco había muerto. Al punto de la mañana, nos abrieron y nos soltaron al patio y a nuestras antiguas celdas. Se había acabado el aislamiento, la primera medida de gracia.
Desde hacía más de un año, los presos políticos de Carabanchel habían renunciado a la ración de vino que servían diariamente a todos los presos, en protesta por el mal trato que nos daban en la cárcel, pero ese día, con el dictador muerto bajamos todos a por el vino, a brindar por la muerte del dictador y por todos los antifascistas caídos en combate. Se respiraba alegría y esperanza (que luego se vio muy frustrada). Todos pensábamos que nos quedaba muy poco para salir.
Después nos enteramos que comandos de fascistas y de la guardia civil estuvieron a punto de entrar para matarnos; llegaron hasta el segundo “rastrillo” perimetral, y eran tres. Fueron seis meses para experimentar novedades, para conocer a dirigentes políticos de mucho peso y larga trayectoria de lucha, y aprender de ellos, para experimentar una pequeña parte de sacrificio mientras otros perdían la vida. Son recuerdos imborrables. Uno meses de rabia, pero también de esperanza.