El Viajero consentido en Cali

(Noviembre 2014)

Nuevo viaje a Cali, Colombia, invitado por la Secretaría de Cultura y Turismo del Ayuntamiento, para intervenir en la Tercera Edición de “Deleitarte, Salsa y Sabor”. Una vuelta a los licores artesanos del Pacífico colombiano, otra vez para reforzar su uso en los maridajes con comida tradicional. Primera sorpresa, Hotel Los Faroles, en el barrio de Miraflores, alojamiento turístico regentado por María Pilar y Albert, con la asistencia de Angélica. Una auténtica acogida familiar, cómodo, servicial, muy agradable. Para recomendarlo, sin duda.

Khalil Daccash y Peter Martin, mis nuevos contactos en Colombia me reciben, nos conocemos, sintonizamos, establecemos una corriente de simpatía cómplice, y nos las prometemos felices con nuevos tratos profesionales.

Bania Guerrero, mi querida Bania, mi hermana Bania, la verdadera artífice de mi estancia en Colombia, me recibe como siempre, con mucho cariño y ganas de que avancemos en algunos programas que tienen la Oficina de Turismo de Cali.

Trabajo nuevamente con Lida Venté, la artesana del licor y la artista de la música tradicional del Pacífico. Preparamos otra intervención del “Dúo Pimpinela de Café con Leche”. Por la mañana, para comenzar, me topo con una conferencia excelente de Germán Patiño sobre la comida tradicional del Pacífico colombiano, una autoridad respetada, un sabio que nos deslumbra con su erudición sencilla y aplastante. Días después cuando yo ya estaba de vuelta, fallecería, no sin antes haberme regalado y dedicado su libro “Fogón de Negros”.

Comemos en el Mercado de La Alameda y vuelvo a disfrutar de la gastronomía popular de Basilia y descubro que ahora pone el cilantro aparte, en la mesas, para que cada uno se eche lo que quiera. Creo que he sido uno de los causantes, me alegro.

En el Congreso descubro a otra persona singular, Ruth Estupiñán, que encarna el personaje de Clotilde Lucumi, una mujer Cuentacuentos que va rescatando historias populares de aquí y allá, y las cuenta con mucha intención y gracia, transmitiendo verdades muy sencillas.

Hablamos de los aguardientes, enseñamos a catarlos Lida y yo, y proponemos algunos cócteles. La gente acoge muy bien nuestras explicaciones y nuestras propuestas. Ofrecemos también maridajes con los cócteles de viche y las comidas artesanas del Pacífico, elaboran unas “tapas” por indicación nuestra y se reparten. Disfrutar y disfrutar. Muchas fotos conmigo. Estoy flipando.

Como con mi buen amigo Eduardo José Vitoria en un restaurante de moda, El Quijote, gastronomía fusión colombo española. Buena comida y excelente compañía, Eduardo José me da consejos muy útiles para andar por el paisaje social de Cali.

Un nuevo reencuentro con mis amigas María Eugenia Ledesma y Ana Teresa Segura, cenamos en una hamburguesería de moda, al lado del Restaurante El Quijote. Muy buen carne, de veras. El cariño mutuo salta a cada momento, y nos ponemos al día.

Con Nubia Gaona, que me vino a buscar al Congreso, compartí un café muy rico y su simpatía.

Otro buen amigo, Richard, artista plástico con el que comparto aficiones y correrías (tranquilas), me lleva a cenar a La Catruch, en el barrio de San Antonio, una trucha en su punto y muy sabrosa. Con Bania compartimos también cena colombo italiana en Luna de Beraca, en el Parque del Perro. Y finalizamos nuestras correrías gastronómicas en Los Turcos, en el barrio Centenario, muy recomendable.

Dejo para el final de mi aventura gastronómica en Cali, la enorme generosidad y benevolencia que tuvo la familia de Bania, acogiéndome en su casa. Su marido Álvaro, sus hijos Raquel y Cristian, su nieta Lía, y Ruth Estupiñán. Me dejaron cocinar en su casa de Jamundí y me salió de aquella manera, el pescado soso, el lomo de cerdo seco,… ¡otra vez será!

El final del viaje fue muy importante desde el punto de vista profesional. Me reuní con Andrés Mejía, Depositario y Gerente del Grupo Grajales en el norte del Valle. Hemos abierto camino a posibles colaboraciones muy prometedoras.

Una nueva aventura del Viajero Consentido que me ha permitido avanzar en el descubrimiento de Cali, de nuevos paisajes y amigos, y que ha servido para ahondar el cariño mutuo que nos tenemos. (¡Ah! menos con el Servicio de Migración de Colombia, que en cada viaje me rompe una maleta).