Es viernes por la noche. Enrique me ha llamado ayer y me dice que vaya al taller de los sentidos, a la cena a ciegas. Le digo que no, que tengo Máster, que voy a llegar tarde. Estoy muy cansado. Pero me puede. Acudo al Restaurante de Baluarte. Muchas gracias Enrique y Desi, sois unos cracs.

Llego recién empezado. Las luces muy bajas. Todo el mundo con antifaz, menos lo camareros, y conversaciones por todos lados; me recibe Desi y se extraña de que vaya sólo, me han preparado una mesa para dos. Bueno, me digo, y ¿por qué no?

Me pongo el antifaz y me dispongo. Una voz, la del camarero, me dice que me sirve vino blanco y que me pone el primer platos. Como estoy sólo me creo que no va a verme mucha gente, me sale la vena rara y me pongo a escribir las sensaciones y descubrimientos con  mi pluma y mi molesquine a ciegas. Me llevo la copa a la nariz insistentemente, y lo saboreo. Es mi mejor compañía. Creo descubrir un Rueda, verdejo, y empiezo a cavilar: ¿será Palacio de Bornos? por aquello de que es de Caja Navarra. Es una suposición. Y voy con el plato, hay verde, ensalada, pero también algo de pescado, fino pero compacto ¿rape? ¿vieira? hay también algo de pimiento. Seguimos. La copa es mi salvación, la agarro y me sirve de referencia espacial.

Muchas veces me llevo a la boca el tenedor vacío. No tengo cuchillo, no tengo pan, estoy un poco huérfano. Segundo plato, hay queso brie, hay membrillo, algo de foie y tostadas de pan. me apaño mucho mejor. Sacan el tercero, bacalao (luego me dirá Enrique que es en tempura). por fin me dan el pan y aprovecho para «pinzar» mejor la comida del plato. Sacan un vino tinto. Aprecio Tempranillo y algo de Cabernet Sauvignon, con madera. Voy a seguir el juego. Un crianza de Señorío de Sarría.

No me puedo despojar del pudor. A pesar de que todo está bastante bajo de luz y que todos los comensales llevamos antifaz, me da vergüenza llevarme el plato a la nariz, tocar la comida con la mano, comprobar la cantidad de vino o agua con los dedos. Falta de costumbre. hay que venir más veces. Sacan otro plato, es carne, guisada o asada, en trozo. Yo creo que es cordero (luego me dirán que es carrillera de ternera, pero no he sido el único en equivocarme). Y finalmente sacan el postre. El plato más complejo. Hay helado de fruta tropical, fresas y algún detalle de sabor muy pronunciado y dominante (más tarde averiguaré que había mango, fresas, tomillo y romero).

Llega la luz, me quito el antifaz y hacemos  tertulia, primero con Desi y luego se incorpora Enrique. Les digo que ha sido una experiencia estupenda, que voy a repetir y decírselo a la gente, y que a pesar de mi soledad he disfrutado mucho. Una experiencia inolvidable.